¿Has reflexionado alguna vez sobre el trato que te das a ti mism@? ¿Cómo es esa conversación desarrollada en tu interior?

A esa charla cotidiana y a veces machacona con el Pepito Grillo que llevamos dentro hay quien prefiere imaginarla como una extenuante contienda de mensajes opuestos en formato angelito versus diablillo, o incluso quien opta por llamarla (no sé si acertadamente) voz de la conciencia. Sea como fuere, lo interesante para estar a gusto con nosotros mismos y en consecuencia con todo lo que nos rodea es atender a la cantidad y la calidad del mensaje que nos damos.

Por un lado tenemos un obstinado flujo de pensamiento que maneja cantidades ingentes de información, lo que provoca un estado de confusión y en mayor medida lleva a desbordarnos, superados por la situación. Lo interesante aquí sería darle el alto a ese parloteo mental e intentar reducirlo a la mínima expresión, permitiendo el paso sólo a la información relevante. Prácticas dirigidas a la meditación de manera periódica se muestran realmente eficaces a este respecto.

Y por otra parte tenemos la calidad del mensaje. Ahora plantéate lo siguiente: ¿cómo te gusta que te hable la gente? ¿te gusta recibir un buen trato o que se dirijan a ti infravalorándote, con exigencias y faltando al respeto? Cualquiera en su sano juicio conoce la respuesta, y exactamente lo mismo es aplicable a nuestro monólogo interno. Sin embargo, no nos han faltado ocasiones en las que sufrimos la intransigente tiranía de nuestro «YO dictador» particular. Afortunadamente existe un modo de endulzar a ese dictador. En primer lugar hay que tomar conciencia de la presencia de esa voz, observar su tono, su timbre y sus maneras. A continuación, y sin mayor reproche, la reemplazamos por confortables palabras de apoyo en un tono amable y afectuoso. El alivio aparece instantáneamente. No es algo a lo que estemos acostumbrados, por eso mismo es interesante convertirlo en hábito y entrenarlo a diario.

Tuya es la capacidad y responsabilidad para convertirte en tu mejor aliad@. Así que empieza por dedicarte un piropo ya mismo.